Política de Innovación Tecnológica
Incluso en los países denominados "ricos", la innovación y el progreso técnico distan mucho de beneficiar al conjunto de la sociedad, como lo demuestra la proliferación de situaciones de desempleo de larga duración, exclusión social, fragmentación
La Política de Innovación Tecnológica
Mi equipo y yo vamos a examinar algunas cuestiones sobre Política de Innovación Tecnológica. A continuación se explicará este tema.
La Innovación Tecnológica: Aspectos Económicos
La innovación es también un fenómeno específico y complejo. En primer lugar, porque no todo lo que es nuevo es necesariamente una innovación. En segundo lugar, porque la innovación puede destruir valor (declive o desaparición de actividades que han quedado obsoletas) al mismo tiempo que crea fuentes de nueva riqueza. Es este fenómeno el que Joseph Schumpeter describió como el proceso de "destrucción creativa". Por último, porque el origen y el impacto potencial de las innovaciones plantean cuestiones cruciales a las que ni la teoría económica ni la práctica industrial han podido dar aún respuestas claras. ¿La innovación surge necesariamente de invenciones o de actividades voluntarias y formalizadas de investigación y desarrollo (I+D), o también puede surgir de forma más o menos espontánea? ¿Quiénes son los agentes clave de la innovación y su difusión, y cuáles son los mecanismos y procesos fundamentales implicados? ¿Son el "progreso técnico" y su contribución al crecimiento económico las únicas implicaciones importantes de la innovación, o debemos considerar también sus efectos en términos de desarrollo económico y social? ¿Cómo explicar las importantes diferencias que persisten entre naciones y regiones a la hora de iniciar y explotar la innovación? ¿Las políticas públicas desempeñan aquí un papel importante y, en caso afirmativo, en qué condiciones y a través de qué mecanismos?
Innovación: manifestaciones e implicaciones
Desde un punto de vista económico, el concepto de innovación tiene un significado analítico preciso que lo distingue de otros fenómenos similares o relacionados que también hacen referencia a la noción de novedad. Dicho esto, la innovación abarca un vasto campo de manifestaciones y una variedad de medios de aplicación que van mucho más allá del ámbito estricto de la industria y la tecnología. Al mismo tiempo, las innovaciones se distinguen por su distinto alcance e implicaciones a nivel económico y social.
Un fenómeno económico específico
La innovación está estrechamente vinculada a los fenómenos del descubrimiento científico y técnico (es decir, la producción de nuevos conocimientos, ya sean fundamentales o aplicados) y la invención (una idea técnica con aplicaciones potencialmente útiles), así como a las actividades de investigación y desarrollo (I+D). Pero estos vínculos no son sistemáticos ni exclusivos.
Por una parte, muchos descubrimientos e invenciones no se transforman en innovaciones, por lo que se quedan en la fase de ideas o potencialidades explotables a priori pero no realizadas económicamente (esto es muy frecuente en el ámbito farmacéutico, por ejemplo). Por otra parte, si bien es cierto que la inversión en I+D y la producción de nuevos conocimientos son claves para la innovación tecnológica en el capitalismo contemporáneo, los resultados son generalmente inciertos y no siempre claramente atribuibles a los esfuerzos realizados en el sector beneficiario. Esto es especialmente cierto en el caso de las aplicaciones derivadas de una innovación ya existente: nuevos materiales ligeros o compuestos de la aeronáutica a la industria del automóvil, tecnologías de guiado por satélite del ejército al transporte marítimo, etc.
Por último, muchas innovaciones importantes no son fruto de la tecnología ni de procesos formalizados de I+D.
Algunas Observaciones Adicionales
Se trata, sobre todo, de innovaciones organizativas.
Algunas Observaciones Adicionales
Se trata, en particular, de innovaciones organizativas, comerciales y de servicios y, más ampliamente, de innovaciones sociales e incluso societales (sobre todo en los ámbitos de la educación, la cultura, los servicios a las personas mayores y la dependencia, el urbanismo, la protección del medio ambiente, etc.). E incluso cuando es así, las innovaciones no son sistemáticamente el resultado de descubrimientos realizados mediante investigaciones específicas o invenciones previas. Así lo ilustran los fenómenos conocidos como serendipia, como en el caso de la penicilina en farmacia o el deflector de chorro en aeronáutica.
En todos los casos, para ser considerada una innovación, la novedad debe tener un valor económico o social reconocido y ser explotada de forma viable (capacidad de satisfacer una necesidad individual o colectiva, de crear riqueza o de ahorrar recursos).
Formas y alcance de la innovación
Preocupados más por el progreso técnico y la tecnología que por el conjunto de las fuentes de crecimiento y desarrollo, los economistas contemporáneos no han retomado en general en su totalidad el fructífero concepto de innovación de Schumpeter. Así, el significado del concepto de innovación se ha reducido, en su mayor parte, al díptico ya clásico que opone las innovaciones de producto (principalmente bienes) y las innovaciones de proceso.
Algunas Observaciones Adicionales
Sin embargo, una observación atenta de las "innovaciones" que, mediante su desarrollo y difusión, afectan al ámbito y a la organización de las actividades económicas y sociales, revela formas y ámbitos de manifestación de la innovación extremadamente variados.
De hecho, los otros tres casos de innovación identificados por Schumpeter parecen ser igual de cruciales. La apertura de un nuevo mercado representa, estructuralmente, una fuente sustancial de oportunidades de expansión económica, beneficio y competitividad tanto para las empresas como para las naciones. Este ha sido el caso de la conquista de los mercados de Europa Central y Oriental y de los países emergentes (China, India, Brasil, etc.) desde su apertura al comercio mundial en los años noventa. Al mismo tiempo, la atracción de la gran distribución por tecnologías y servicios inicialmente concebidos para clientes privilegiados o especializados es una fuente importante de expansión del mercado, como ocurrió con la difusión acelerada de la telefonía móvil, Internet y las tecnologías digitales a partir de mediados de los años noventa.
Del mismo modo, la importancia de los servicios en nuestras economías modernas (más del 70% de la actividad económica y del PIB son generados por el sector servicios) es un factor importante de expansión del mercado. 100% de la actividad económica y del empleo en la mayoría de los países desarrollados) es la fuente continua de innovaciones multiformes en los servicios, algunas de ellas muy significativas. Desde principios de los años setenta, tanto los servicios a las empresas como los servicios a las personas han visto surgir y desarrollarse muchas nuevas áreas de servicios: consultoría e investigación, servicios informáticos, nuevos servicios financieros, comercio electrónico, telecomunicaciones móviles, servicios específicos a las personas, etcétera. Además, muchos sectores de servicios tradicionales han cambiado significativamente como resultado de la innovación tecnológica o comercial (transporte aéreo, turismo, banca y seguros, medios de comunicación, etc.). En particular, los sectores bancario y financiero se han visto profundamente transformados por el efecto combinado de la difusión de las tecnologías digitales y la globalización de los mercados. Estos sectores también se caracterizan por un flujo continuo de innovaciones financieras (mercados de opciones, derivados, sistemas de recompra de deuda, etc.) que condicionan en gran medida la conducción de las políticas económicas nacionales y el funcionamiento del sistema económico mundial, que se ha vuelto altamente interdependiente.
Las innovaciones organizativas son otra fuente importante de desarrollo para las empresas y los sectores empresariales. Entre ellas cabe citar la introducción de los métodos de producción "justo a tiempo" en la industria del automóvil (y posteriormente en la mayoría de los sectores industriales y de servicios), y la organización de las redes de transporte aéreo de las grandes compañías aéreas en torno a grandes hubs.
Por último, el desarrollo de nuevos materiales (fibras de carbono, plásticos hiperresistentes, fibras ópticas, materiales compuestos, hormigones reforzados con fibras de ultra alto rendimiento, etc.), así como la utilización de nuevas fuentes de energía (energía solar térmica y fotovoltaica, energía eólica terrestre y marina, pilas de combustible, gas de esquisto, biomasa, energía de las olas, energía geotérmica, etc.) o el desarrollo de nuevos sistemas energéticos (energía solar térmica y fotovoltaica, energía eólica terrestre y marina, pilas de combustible, gas de esquisto, biomasa, energía de las olas, energía geotérmica, etc.). ), o el desarrollo de sistemas para gestionar los problemas medioambientales (control de la contaminación, reciclado de residuos, etc.), son ámbitos de actividad nuevos y en rápido crecimiento.
La diferente naturaleza y alcance de la innovación
Las innovaciones afectan a las economías y sociedades modernas de diferentes maneras, sobre todo en cuanto a la naturaleza y el alcance de sus efectos. Algunas innovaciones afectan principalmente sólo al sector de la producción (innovaciones de proceso, como la robótica o los sistemas de producción flexibles). En cambio, las innovaciones de producto afectan principalmente al ámbito del consumo final. Por último, muchas innovaciones están destinadas a extenderse por toda la economía y la sociedad, debido a su "ubicuidad funcional" (microelectrónica y microinformática, nanotecnologías, equipos y servicios de telecomunicaciones, Internet y servicios en línea, etc.).
Algunas Observaciones Adicionales
Son las llamadas innovaciones genéricas. En el ámbito productivo, algunas de estas innovaciones impregnan numerosos ámbitos de actividad y trascienden las fronteras sectoriales (marcado de productos o flujos mediante códigos de barras, producción justo a tiempo, semiconductores, etc.), mientras que otras tienen raíces sectoriales muy marcadas (sistemas informáticos de reserva en el transporte aéreo o ferroviario, por ejemplo).
Pero es sobre todo en términos de intensidad del cambio introducido y de impacto económico y social donde las innovaciones difieren fundamentalmente. En orden descendente de grado de ruptura con el sistema existente, podemos distinguir entre :
- innovaciones que introducen un cambio de paradigma histórico en términos científicos y técnicos (la máquina de vapor, la electricidad, el microprocesador, las biotecnologías, las telecomunicaciones móviles, la organización en red, etc.);
- las innovaciones radicales, que tienen un impacto significativo y relativamente duradero en los modos de producción o de consumo (automóvil, electrodomésticos, transporte aéreo, cine, televisión, gran distribución, etc.);
- por último, las innovaciones incrementales, que son las más numerosas y sólo suponen mejoras (más o menos marginales y continuas) o recombinaciones de características (las llamadas innovaciones "arquitectónicas") de productos, servicios o procesos ya existentes.
Del mismo modo, las innovaciones pueden tener efectos de diversa importancia y duración en términos económicos y sociales. Históricamente, las innovaciones que han introducido grandes avances tecnológicos, comerciales y organizativos y que se han difundido más ampliamente (a menudo en "grupos" u "oleadas") son las que han iniciado las fases más significativas de crecimiento y desarrollo económico y social. En este contexto suelen situarse las dos "revoluciones industriales" seculares: la máquina de vapor, la metalurgia y el textil, seguidos del ferrocarril y el acero (de finales del siglo XVIII a la década de 1880); después, la electricidad, la química, el automóvil, la producción en serie y los bienes de consumo de masas (de finales del siglo XIX a la década de 1960-1970).
Desde entonces, se ha desarrollado una "tercera revolución industrial" gracias a los grandes avances científicos y tecnológicos en los campos de la microelectrónica, la informática y todas las tecnologías digitales, así como las nanotecnologías, la robótica y las ciencias de la vida, con el microprocesador y el microordenador, Internet y las telecomunicaciones móviles "inteligentes", así como los grandes avances en genética, como ejemplos emblemáticos. Estos avances se han visto acompañados o amplificados por otras innovaciones tecnológicas, así como organizativas (conexión en red de las empresas y sus relaciones de producción), comerciales (ventas y servicios en línea, producción a medida) y de servicios (telecomunicaciones móviles, programas de televisión por satélite, multimedia, redes sociales, etc.).
Las fuentes de la innovación
Sin embargo, tanto desde un punto de vista teórico como empírico, la cuestión clave no es tanto identificar la naturaleza y las formas de la innovación como la cuestión más compleja de sus causas, los agentes que la impulsan y los procesos organizativos, sociales y competitivos que caracterizan su despliegue.
El empresario individual y las oportunidades de innovar
Con treinta años de diferencia, Joseph Schumpeter propuso los dos principales modelos para analizar la naturaleza de los agentes que intervienen en el inicio y la realización de actividades innovadoras. El primer modelo apareció en 1912 en Teoría de la evolución económica. Este modelo destaca el papel central del empresario individual como motor de la innovación y el progreso económico. Impulsado por la posibilidad de poder disfrutar de beneficios monopolísticos en caso de éxito (al menos temporalmente, antes de enfrentarse a la competencia de los "empresarios-imitadores"), el empresario-innovador aprovecha las oportunidades de innovación que le ofrecen los avances económicos y técnicos.
Algunas Observaciones Adicionales
Su papel "consiste en reformar o revolucionar la rutina de producción explotando una invención o, más generalmente, una posibilidad técnica novedosa".
El enfoque neoaustriaco del empresario (desarrollado a partir de los años 30 y 40) afina este análisis proponiendo la idea de que siempre hay oportunidades que explotar en la economía, siempre que se sepa identificarlas y se tenga la voluntad, la audacia y la capacidad "empresarial" de transformarlas en innovaciones. Estas oportunidades de innovar surgen bien de cambios imprevistos en la tecnología, la demanda o la sociedad, bien, lo que es más frecuente y sistemático, de errores cometidos previamente por otros empresarios o empresas.
En este contexto, es ante todo porque hay cambio, desequilibrio e inestabilidad por lo que la innovación encuentra "naturalmente" un terreno fértil para su expresión. Esto no significa, sin embargo, que la innovación sea algo puramente fortuito o "ciego". En efecto, aunque se reconozca claramente la importancia del papel del descubrimiento, la "sorpresa" y el azar, la actividad empresarial potencialmente innovadora sigue estando vinculada sobre todo a la búsqueda específica por parte del empresario de oportunidades para innovar. Por lo tanto, depende fundamentalmente de la agudeza y clarividencia con que el empresario detecte y planifique la explotación de estas oportunidades en el momento oportuno, en particular tratando de superar la resistencia económica y social a la innovación. La actividad empresarial como palanca esencial de la innovación depende, por tanto, de la creatividad y el ingenio del empresario. Este es el trasfondo de la aparición de las start-ups, jóvenes empresas innovadoras que a menudo crecen de forma exponencial (véase el capítulo 3).
Innovación a gran escala
Sin embargo, esta visión, por muy pertinente que sea en determinados sectores (véase más arriba) y en determinados contextos (institucionales, económicos, sociales, culturales) sigue siendo un tanto "romántica". La innovación nacida en un garaje o en el dormitorio de un estudiante no refleja las realidades industriales del capitalismo contemporáneo. Desde finales del siglo XIX y durante todo el siglo XX, la mayoría de los sectores económicos (antiguos y nuevos) se caracterizan por una gestión a gran escala y unos mercados oligopolísticos dominados por unas pocas grandes empresas. Estas grandes empresas, racionalmente organizadas, dirigidas por gestores profesionales y dotadas de considerables recursos financieros y poder de mercado, han sido la principal fuente de innovación técnica, organizativa y comercial del capitalismo industrial moderno.
Frente a estas realidades, que se habían hecho muy patentes en los años veinte y treinta, Schumpeter desarrolló en 1942, en Capitalismo, socialismo y democracia, una tesis radicalmente opuesta a la que había propuesto treinta años antes. Aquí ya no se trataba del "capitalismo competitivo", constituido principalmente por empresarios individuales, como base de la innovación y del proceso de evolución económica (Schumpeter llegó a hablar, sin duda excesivamente, del "crepúsculo de la función empresarial"). En la actualidad, se trata de estructuras organizadas de investigación y desarrollo en el seno de las grandes empresas industriales. En el capitalismo moderno, estas estructuras constituyen la base fundamental del desarrollo organizado de nuevos conocimientos científicos y técnicos y de la comercialización de innovaciones masivas que aportan progreso económico y social. En este contexto, "la propia innovación se reduce a rutina. El progreso técnico se convierte cada vez más en un asunto de equipos de especialistas formados que trabajan por encargo y cuyos métodos les permiten predecir los resultados prácticos de sus investigaciones". Al mismo tiempo, Schumpeter señaló que este nuevo modelo iba acompañado de un fuerte desarrollo de la enseñanza superior, en la que el Estado desempeñaba un papel fundamental.
El modelo de la "gran ciencia"
Estos análisis fueron sistematizados posteriormente por John Kenneth Galbraith en The New Industrial State (1967), en el que analizaba las estructuras y la evolución del capitalismo moderno estadounidense. En su opinión, la innovación "racionalizada" (y la gestión de las grandes empresas) es ahora esencialmente responsabilidad de especialistas formados y competentes (que forman lo que él denomina la "tecnocracia") que escapan en gran medida al control de los accionistas. Esta tecnocracia industrial opera en estrecha conjunción con tecnocracias similares en las esferas política, administrativa y financiera. Galbraith describe cómo el Estado federal, al intervenir masivamente (mediante inversiones, subvenciones, pedidos públicos, etc.) en numerosos ámbitos industriales que son grandes generadores de nuevos conocimientos científicos y técnicos (en particular en el sector de la defensa), se ha convertido desde los años 40 en un actor principal de la I+D y la innovación dentro del "complejo militar-industrial" estadounidense.
Como han confirmado desde entonces numerosos estudios históricos y empíricos (para un resumen, véase, por ejemplo, Maryann Feldman, Albert Link y Donald Siegel, 2002), conocimientos fundamentales y aplicados decisivos, así como muchas innovaciones importantes, se han iniciado gracias a la financiación por el gobierno federal estadounidense de programas de I+D en aeronáutica y espacio, telecomunicaciones, electrónica e informática, y actividades biomédicas. Otros países, en particular Francia, el Reino Unido y Japón, también han experimentado una evolución similar. Es este modelo, basado en la producción organizada a gran escala, con el apoyo de los poderes públicos, de conocimientos fundamentales y aplicados que irrigan la industria y la economía en su conjunto, el que Richard Nelson describió en 1993 como el modelo de la "gran ciencia".
Este modelo sigue vigente en mayor o menor medida en la mayoría de los países desarrollados, a menudo evolucionando y redefiniendo sus formas de organización y manifestación. También está muy extendido, aunque de forma diferente, en algunos grandes países emergentes, especialmente China (en casi todos los sectores de alta tecnología), India (en tecnologías de la información y productos farmacéuticos) y Brasil (en aeronáutica civil y biocombustibles).
Procesos complejos y dinámicos
El desarrollo de los modelos de "gran innovación" y "gran ciencia" no significa que hayan desaparecido los enfoques y fuentes de innovación más "empresariales". La hipótesis más probable es que estos diferentes modelos no sólo no se excluyen mutuamente, sino que se complementan y, más fundamentalmente, forman parte de una nueva dinámica organizativa y estratégica para la innovación en forma de acuerdos más "colectivos" o multilaterales que implican a una amplia variedad de actores más o menos interdependientes, a menudo complementarios y a veces competidores. De hecho, los enfoques colaborativos tienden ahora a prevalecer sobre la organización tradicional, a menudo compartimentada e "individual", de las actividades de investigación, innovación y desarrollo.
Modelos complementarios y superpuestos
Los modelos de organización de la innovación parecen coexistir con toda naturalidad, e incluso entremezclarse. Varios argumentos apoyan claramente esta hipótesis. En primer lugar, los estudios empíricos (Cohen y Levin, 1989) no demuestran de forma concluyente que la propensión a realizar actividades de I+D o a innovar esté claramente correlacionada con el tamaño (grande) de las empresas o el grado de concentración del mercado.
En segundo lugar, los estudios tienden también a poner en tela de juicio la oposición tradicional desde los años sesenta entre el modelo "demand pull" (innovación impulsada por consumidores considerados "soberanos") y el modelo "technology push" (innovación organizada a gran escala e impulsada por la ciencia). El primer modelo, acorde con el enfoque empresarial de la innovación, sigue siendo ambiguo, incluso indeterminado, tanto empírica como teóricamente, sobre todo teniendo en cuenta la considerable influencia que ejercen las grandes empresas en el comportamiento de los consumidores a través de múltiples canales de promoción y publicidad, o la creación pura y simple de "nuevas necesidades". Tomemos, por ejemplo, la influencia comercial y de marketing mundial de las grandes marcas estadounidenses, japonesas y surcoreanas en los sectores de Internet, multimedia y ocio. Abundan los ejemplos: el consolidado duopolio mundial de Airbus y Boeing en la aeronáutica civil, el virtual monopolio de Microsoft en los sistemas operativos y los principales programas informáticos de aplicación, el poderosísimo oligopolio de los grandes laboratorios farmacéuticos o de los gigantes de la energía, etc. El segundo modelo parece reflejar mejor las características esenciales del capitalismo contemporáneo, sobre todo en lo que se refiere a la concentración y el poder de las empresas en los mercados.
Algunas Observaciones Adicionales
Sin embargo, sigue siendo problemático porque no explica por qué algunas innovaciones importantes (como el microprocesador, el microordenador o las múltiples aplicaciones de las telecomunicaciones móviles e Internet) se introdujeron, para muchas de ellas, al margen de las estructuras de I+D de las grandes empresas.
Un análisis detallado de varios grandes sectores (en particular, las tecnologías de la información y la comunicación y las ciencias de la vida) muestra que la dinámica de innovación que los caracteriza desde los años 70 se apoya en gran medida en una multitud de empresas de nueva creación muy especializadas en nuevos conocimientos y competencias. Estas jóvenes empresas, algunas de las cuales se han convertido en líderes mundiales en el plazo de una década, son muy activas en el desarrollo de nuevos procesos, productos y servicios, y aún más en la transformación de las estructuras de mercado tradicionales y la creación de nuevos mercados. Este ha sido el caso, por ejemplo, del comercio, los medios de comunicación, la banca y las finanzas, la detección y el diagnóstico biomédicos, pero también de la microinformática, Internet y las redes y servicios en línea (Apple, Microsoft, Google, Facebook, Twitter, Amazon, etc.). Estas start-ups han contribuido a desarrollar los ecosistemas de innovación en los que nacieron, como Silicon Valley.
En tercer y último lugar, estos modelos tienden a cruzarse a nivel organizativo. Por un lado, los equipos de I+D de las grandes empresas no están encerrados en estructuras burocráticas estrechamente administradas que funcionan de forma rutinaria. Por el contrario, están cada vez más sometidos a la lógica de la competencia interna entre equipos de investigación (por ejemplo, en forma de incentivos al "intraemprendimiento" o a las empresas derivadas) y a la promoción individual por parte de los investigadores de los resultados de su trabajo. La misma lógica competitiva impregna cada vez más los ámbitos de la investigación académica y pública, que buscan no sólo valorizar mejor las actividades y los resultados de los programas realizados en sus laboratorios (patentes, licencias, asociaciones, etc.), sino también crear efectos de escaparate atrayendo y promocionando a científicos estrella con reconocimiento mundial y gran notoriedad mediática. Por otra parte, cuando las jóvenes empresas innovadoras tienen éxito y crecen rápidamente, tienden a adoptar formas organizativas y "modos de gobernanza" muy similares a los de las empresas maduras de los mismos sectores. Este "isomorfismo organizativo" es muy común, a pesar de que algunas start-ups de éxito intentan mantener sus estructuras flexibles, abiertas y, precisamente, innovadoras, así como las formas de motivar a sus empleados.
Creciente interdependencia entre los agentes de la innovación
Los procesos de innovación implican conocimientos y competencias cada vez más diversos y especializados, pero estrechamente complementarios. En consecuencia, existe una creciente interdependencia interna y externa entre los agentes y las empresas que intervienen en ámbitos de conocimientos y competencias a la vez muy específicos y estrechamente complementarios. Internamente, los distintos componentes de la función de I+D (investigación fundamental, investigación aplicada, diseño y desarrollo industrial), así como las relaciones entre esta función y otras funciones clave (marketing, producción, logística, distribución y ventas, en particular), ya no se organizan en una secuencia relativamente lineal, sino de forma dinámica, con complejas retroalimentaciones entre ellas a lo largo del proceso de innovación.
Los enfoques neoschumpeterianos de la empresa y del cambio técnico subrayan la importancia de sistematizar estas retroalimentaciones y su impacto en las trayectorias evolutivas de las empresas y su capacidad de innovación (Paulré, 1997). En la telefonía móvil e Internet, por ejemplo, los operadores tradicionales de telefonía fija y de redes de telecomunicaciones se han introducido en este nuevo sector aprovechando principalmente sus conocimientos técnicos sobre redes y su pericia en la gestión de una amplia base de clientes. Los nuevos operadores, por su parte, han movilizado sus competencias comerciales y su capacidad de innovación, adquiridas en sus sectores de origen o desarrolladas para penetrar en estos nuevos mercados.
La lógica de la especialización y la complementariedad es aún más evidente en el frente exterior. Las empresas, por muy grandes y poderosas que sean, tienden ahora a especializarse en las actividades y áreas de conocimiento y competencias en las que tienen más experiencia. Esta concentración de las empresas en su "núcleo de conocimientos y competencias" se debe al aumento de los costes de I+D y al incremento y diversificación de los riesgos (sobre todo financieros) asociados a la innovación. También se debe a la dificultad de invertir en un gran número de campos cada vez más especializados. Es el caso, por ejemplo, de los sectores farmacéutico y de las biotecnologías aplicadas a la salud, en los que el desarrollo de nuevas terapéuticas combina estrechamente un gran número de campos de conocimiento y competencias: genómica, proteómica, química combinatoria, bioinformática, etc.
Estas interdependencias se ven reforzadas por la difuminación de las fronteras sectoriales entre ámbitos de actividad inicialmente distintos. Esto se debe ante todo a la convergencia tecnológica, como es el caso de las tecnologías digitales y la creciente imbricación de las industrias de telecomunicaciones, informática, electrónica de consumo, audiovisual y de ocio en torno a Internet y los multimedia.
Otro factor clave de esta evolución es la creciente importancia del enfoque de los "bienes-sistema" (bienes o servicios cuyo uso y utilidad dependen estrechamente de su asociación con otros bienes o servicios). Esto es especialmente cierto en el caso del "paradigma hard-soft" (la combinación de hardware, software, contenidos y servicios, por ejemplo en el sector informático). Pero esta lógica también se aplica a otras actividades, como las finanzas, con la creciente interpenetración de la banca, los seguros y las actividades financieras. En todos estos casos, la oferta especializada de las distintas empresas adopta la forma de "soluciones integradas" o "paquetes" que pueden adaptarse a las necesidades y expectativas específicas de los clientes.
Todas estas evoluciones se reflejan en la forma en que se organizan los procesos de innovación, con un énfasis cada vez mayor en la externalización tecnológica (subcontratación de partes o módulos de un desarrollo tecnológico a empresas especializadas, a menudo PYME muy especializadas), el spin out y el spin off (creación de nuevas empresas especializadas por escisión) y la innovación abierta (asociación o innovación compartida).
La aparición de un nuevo modelo de innovación
El desarrollo de la interdependencia en la innovación también es evidente a nivel institucional. En particular, las fronteras entre los sectores público y privado son cada vez más difusas. Asistimos a una redefinición de la "división del trabajo" de I+D entre estos sectores (con una proporción creciente de investigación aplicada a cargo de laboratorios públicos) y al establecimiento de vínculos muy estrechos en términos de financiación, gestión de proyectos (movilidad de los investigadores entre estas dos esferas), y apropiación y explotación de los resultados.
La combinación de estos factores explica la aparición de un nuevo modelo de organización de la innovación basado en acuerdos colectivos entre agentes complementarios y muy interdependientes. Las combinaciones organizativas típicas de la innovación adoptan ahora la forma de asociaciones, alianzas y, sobre todo, redes. Estas combinaciones colaborativas suelen territorializarse (pero a escalas espaciales muy diferentes) y organizarse en sistemas territoriales de innovación (sobre todo regionales): clusters, "agrupaciones de empresas", hubs y otros "polos de competitividad". Generalmente reúnen a grandes empresas, start-ups, laboratorios universitarios, grandes organismos de investigación (públicos o privados), proveedores de servicios especializados, financieros e instituciones públicas de apoyo (agencias regionales de investigación y desarrollo, por ejemplo) o consulares (cámaras de comercio e industria, en particular).
Innovación y dinámica competitiva
La innovación plantea cuestiones cruciales sobre la naturaleza de los procesos competitivos que la sustentan o son inducidos por ella. También en este caso pueden considerarse varios ángulos de análisis.
La innovación como factor determinante de la competencia
El enfoque teórico más común consiste en considerar la innovación como un factor determinante de la competencia. Esto es particularmente cierto en el caso de la visión neoclásica tradicional, en la que la innovación se asimila a la aparición (exógena) de una tecnología que define las nuevas condiciones eficientes de producción impuestas a las empresas y determina la estructura del mercado en función de la naturaleza de los rendimientos a escala que induce.
Otros enfoques, basados en mecanismos selectivos de mercado, consideran la innovación como un fenómeno multiforme y un determinante parcialmente endógeno de la competencia dinámica entre empresas (establecidas o nuevas) en un entorno cambiante e incierto. Los enfoques neoschumpeterianos hacen hincapié en el hecho de que la competencia entre empresas en los mercados se basa en sus resultados organizativos y, en particular, en la calidad de las "rutinas" que han desarrollado para adaptarse e innovar. Desde una perspectiva neoaustriaca ampliada, los economistas de la escuela de Chicago equiparan la competencia a un proceso darwiniano de "selección natural" de las empresas mejor adaptadas.
En un último conjunto de enfoques, la innovación se considera tanto un estímulo como un producto de la dinámica competitiva. En su libro The Free Market Innovation Machine (2002), William Baumol sostiene que la innovación surge de la competencia entre empresas para desarrollar tecnologías que les proporcionen nuevas fuentes de ingresos. En su opinión, es la innovación (y no los precios) lo que constituye la base de la rivalidad entre empresas. De ahí su tesis de que el capitalismo ha sido una formidable "máquina de innovación" y, por tanto, la fuente del "milagro del crecimiento" durante más de dos siglos.
La competencia a través de la innovación
Sin cuestionar el papel de las presiones competitivas que ejerce la innovación sobre las empresas, otros enfoques hacen hincapié en su papel de soporte de la competencia. Basados principalmente en las herramientas de la teoría de juegos no cooperativos, los modelos de "carrera" proponen la idea de que las empresas rivales emprenden actividades de I+D con la esperanza de ser las primeras en registrar una patente y beneficiarse así de un monopolio en el mercado gracias a una innovación de producto o de proceso. En este caso, la innovación es una herramienta racional para dominar el mercado de forma preventiva.
Algunas Observaciones Adicionales
Sin embargo, con el tiempo, los competidores pueden alcanzar o incluso superar a la empresa dominante (lo que se conoce como "leapfrogging"), precisamente gracias a los esfuerzos acumulativos de innovación. Es lo que suele ocurrirle a Airbus frente a Boeing a partir de mediados de los años 70, o a la industria automovilística japonesa frente a los fabricantes estadounidenses y europeos durante el mismo periodo.
Los modelos de "competencia tecnológica" muestran cómo el mercado "selecciona" tecnologías alternativas (según un proceso estocástico). Esta selección no se hace en función del rendimiento inicial intrínseco de las tecnologías competidoras, sino de la velocidad a la que se extienden a través de sucesivas adopciones por parte de los usuarios. En este contexto, es muy posible que una tecnología "inferior" acabe imponiéndose en el mercado, provocando un "bloqueo tecnológico" subóptimo. Los procesos de difusión se basan aquí en los fenómenos de "rendimientos crecientes de la adopción" y "externalidades positivas de red": la probabilidad de nuevas adopciones y el valor económico de una tecnología dada se basan acumulativamente en la base de clientes ya adquirida. Estas situaciones se han ilustrado especialmente bien con las normas sobre teclados (para máquinas de escribir, luego ordenadores personales), las tecnologías nucleares civiles, los sistemas operativos de microordenadores y las normas sobre equipos de consumo (televisión en color y de alta definición, vídeo, soportes de grabación digital, etc.). Lo mismo ocurre en los sectores de servicios vinculados a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (telecomunicaciones móviles, servicios en línea, comercio electrónico, etc.).
Competir para innovar
En realidad, las fronteras entre estas diferentes concepciones de los vínculos entre innovación y competencia son, en su mayor parte, puramente teóricas, cuando no artificiales. Esto se hace cada vez más evidente en el contexto de las formas cooperativas y multilaterales de organización de la innovación que conlleva la especialización de las empresas en torno a un estrecho "núcleo de conocimientos y competencias". En este caso, la innovación depende naturalmente de las competencias, los recursos y los procesos de aprendizaje intraorganizativo de cada agente. Pero también depende fundamentalmente de la colaboración interorganizativa y de los procesos de aprendizaje que cada agente es capaz de construir y explotar con distintos tipos de socios.
Algunas Observaciones Adicionales
Se trata, en particular, de los procesos locales de aprendizaje a nivel de los usuarios y de sus relaciones con los proveedores de nuevas tecnologías (aprender utilizando), y de los procesos de aprendizaje en colaboración e interacción entre los agentes de la innovación, aunque sean rivales en el mercado (aprender interactuando).
Como el número de socios complementarios más "estratégicos" para la innovación suele ser muy limitado, los agentes de la innovación suelen lanzarse a una carrera para atraer preventivamente a estos socios estratégicos.
Desde mediados de los años noventa, esta dinámica se ha puesto claramente de manifiesto en las ciencias de la vida, las tecnologías de la información y la comunicación (y los servicios relacionados), las industrias aeroespacial y de defensa, las energías renovables, los medios de comunicación, la banca y los seguros, el transporte aéreo y las industrias del ocio. En todos estos casos, la innovación aparece como el fundamento esencial de la dinámica competitiva, simultáneamente como un determinante, un reto, un apoyo y un producto de esta dinámica.
Innovación, globalización y competitividad
Si bien la innovación tiene fundamentos microeconómicos esenciales, también existe un acuerdo general sobre el papel crucial que desempeña el contexto macroeconómico, espacial e institucional en el que operan los distintos sistemas de innovación (nacionales y regionales) a escala internacional. En un contexto de agudización de la competencia mundial, estas diferencias se reflejan en brechas relativamente duraderas de crecimiento y competitividad entre países (o regiones), y en las distintas capacidades de adaptación y "resiliencia" de los territorios.
Sistemas de innovación y competitividad tecnológica
Numerosos estudios han establecido de forma convincente la importancia de las especificidades nacionales y regionales a la hora de explicar los resultados tecnológicos de los sistemas de innovación. Estas especificidades se refieren, en primer lugar, a la importancia y la calidad de las infraestructuras del conocimiento: el sistema educativo general, la importancia de las universidades y los organismos de investigación, el peso respectivo de las grandes empresas y las start-ups en la I+D, etc. En segundo lugar, se refieren a la permisividad de los sistemas de innovación. A continuación, se centran en la permisividad institucional que caracteriza a cada país o región: cultura empresarial, actitud de la sociedad ante la innovación, normativa sobre propiedad intelectual y creación de empresas, etc. Por último, existen diferencias significativas en las políticas públicas (nacionales y regionales) en favor del desarrollo industrial y la innovación, sobre todo en lo que se refiere a la financiación, el impulso y la coordinación de programas de investigación a largo plazo.
A finales del siglo XIX, el economista británico Alfred Marshall explicaba la incipiente superioridad tecnológica de Estados Unidos y Alemania sobre Inglaterra (sobre todo en química y mecánica) por la calidad de sus sistemas educativos, su gusto por el descubrimiento y la innovación, y por una reglamentación industrial y unos incentivos públicos más adecuados.
Estas intuiciones se han visto ampliamente confirmadas por estudios históricos comparativos que abarcan el siglo XX y luego el comienzo del siglo XXI. Muestran cómo el liderazgo tecnológico estadounidense es hoy el resultado del papel decisivo desempeñado por las agencias federales de ciencia y tecnología desde los años 30, de la importancia de los programas de defensa nacional, del papel central desempeñado por los grandes centros universitarios, de una "cultura empresarial" dinámica y de unos mecanismos (públicos y privados) de financiación de la innovación especialmente favorables. Del mismo modo, el éxito de la industria japonesa en numerosos sectores desde los años 50 puede explicarse tanto por los resultados del sistema educativo y de investigación japonés como por el papel crucial del Estado en la financiación y coordinación del esfuerzo de innovación. El mismo camino siguieron a partir de los años 1960-1970 Corea del Sur, Singapur, Taiwán y otros "dragones" asiáticos, y aún más China a partir de los años 1980.
Innovación, crecimiento y desarrollo
El hecho de que Europa (con excepción de los países del norte de Europa) vaya a la zaga de Estados Unidos y de la mayoría de los grandes países asiáticos en las tecnologías responsables de una parte importante del crecimiento económico desde mediados de los años noventa puede explicarse, al menos en parte, por las rigideces institucionales y, sobre todo, por la falta de políticas públicas proactivas en materia de enseñanza superior y de apoyo a la investigación y la innovación. En porcentaje del PIB en 2010, el esfuerzo total en I+D (público y privado) fue del 1,94% en la Unión Europea. 100 en la Unión Europea, frente al 2,83 p. 100 en Estados Unidos, 3,26 p. 100 en Japón y el 3,74% en Corea del Sur. 100% en Corea del Sur. China dedica el 1,76% de su PIB a inversión. 100% del PIB a I+D (más del doble en sólo diez años), con un objetivo del 2,5% para 2020. Los datos facilitados por los organismos internacionales (OCDE, Naciones Unidas, Banco Mundial, Comisión Europea, etc.) sobre el gasto total en educación (y enseñanza superior en particular), el número relativo de ingenieros e investigadores en la población, el número de publicaciones científicas internacionales, el número de solicitudes de patentes y la cuota de exportaciones de alta tecnología muestran diferencias y jerarquías similares entre las naciones. Además, estas diferencias son acumulativas y requerirán una o dos décadas de esfuerzos redoblados antes de que puedan cerrarse al menos parcialmente.
En términos más generales, como han demostrado las teorías del llamado "crecimiento endógeno", la inversión en I+D, educación y formación (base del desarrollo del "capital humano"), así como la disponibilidad de infraestructuras colectivas de alta calidad (en transportes, sanidad, telecomunicaciones, energía, etc.) son determinantes esenciales del crecimiento autosostenido y del desarrollo económico y la competitividad de las naciones y regiones. Algunos países de reciente industrialización, como China, India y Brasil, que desde principios de los años 90 invierten masivamente en educación, investigación e infraestructuras colectivas, parecen haber comprendido estas cuestiones.
Sin embargo, en un contexto de feroz competencia mundial, normas comerciales internacionales todavía muy "imperfectas" y enormes desequilibrios en la dirección de los flujos financieros internacionales, la difusión del progreso técnico y el acceso a las infraestructuras esenciales para el mayor número posible de personas distan mucho de estar asegurados. Como consecuencia, muchos países en desarrollo se ven incapaces de invertir en dichas infraestructuras y muchos están sumidos en un subdesarrollo endógeno. El acceso a las condiciones de producción y utilización de las innovaciones sigue siendo muy desigual de un país a otro. A otro nivel, el del medio ambiente, los problemas son igual de graves. No sólo los recursos destinados a proyectos de I+D para reducir la contaminación, ahorrar energía o preservar la biodiversidad siguen siendo muy insuficientes, sino que la mayoría de los gobiernos (tanto del Norte como del Sur) siguen favoreciendo a menudo actividades eminentemente nocivas en lugar de las que favorecerían el "desarrollo sostenible". Es cierto que esta lógica es ahora mejor comprendida e integrada por algunos gobiernos en algunas de sus políticas (reducción y mejor tratamiento de los residuos, gestión del agua, desarrollo de los transportes públicos, etc.), pero estos esfuerzos siguen siendo muy parciales, dispersos y frágiles. Esto es especialmente cierto en el ámbito de la energía y la lucha contra el cambio climático. Las energías fósiles siguen siendo predominantes (y probablemente lo seguirán siendo durante varias décadas, con la explotación masiva de los yacimientos de carbón y gas de esquisto), mientras que las energías renovables (como la solar y la eólica) existen y podrían llegar a ser competitivas rápidamente, si se realizan esfuerzos razonables en I+D y en equipamiento de las regiones, los hogares y las empresas. Además, los esfuerzos para ahorrar energía, mejorar la eficiencia energética de los edificios y las viviendas, limitar las actividades intensivas en energía que emiten grandes cantidades de gases de efecto invernadero y reducir el uso de transportes contaminantes siguen pareciendo, en la mayoría de las políticas vigentes, tanto limitados en la práctica como secundarios en la jerarquía de prioridades declaradas.
Por último, incluso en los países denominados "ricos", la innovación y el progreso técnico distan mucho de beneficiar al conjunto de la sociedad, como lo demuestra la proliferación de situaciones de desempleo de larga duración, exclusión social, fragmentación urbana, etcétera. Hay que reconocer que parece inútil intentar contrarrestar el "choque del progreso técnico". En cambio, podríamos repartir mejor los efectos positivos y controlar las externalidades negativas desde el punto de vista económico, medioambiental y humano. Aquí es donde entran en juego las dinámicas de innovación social o societal, más colectivas y participativas y más atentas a la satisfacción de las necesidades fundamentales del mayor número de personas. Desde esta perspectiva, la inventiva, el progreso y la mejora de las condiciones de vida confieren a la innovación el atributo eminentemente "social" reconocido por Joseph Schumpeter.
Revisor de hechos: EJ
Política de Investigación y Desarrollo Experimental (I+D) e Innovación Tecnológica en economía
En inglés: Research and Experimental Development (R&D) and Technological Innovation Policy in economics. Véase también acerca de un concepto similar a Política de Innovación Tecnológica en economía.
Introducción a: Política de Investigación y Desarrollo Experimental (I+D) e Innovación Tecnológica en este contexto
La investigación y el desarrollo experimental (I+D), cuando se valoran adecuadamente, conducen a la innovación tecnológica en forma de nuevos productos y procesos, que contribuyen al crecimiento, la competitividad y la creación de empleo, y que producen otros beneficios sociales. Debido a los fallos del mercado, el sector privado, abandonado a su suerte, invierte en I+D en sectores no siempre plenamente alineados y a niveles inferiores a los socialmente deseables, y es incapaz de valorizar plenamente sus resultados de investigación, lo que justifica la intervención pública. Este tema puede interesar a los economistas profesionales. Es necesario reflexionar detenidamente sobre la base de una evaluación de impacto ex ante informada por una evaluación ex post creíble. Este texto tratará de equilibrar importantes preocupaciones teóricas con debates empíricos clave para ofrecer una visión general de este importante tema sobre: Política de Innovación Tecnológica. Para tener una panorámica de la investigación contemporánea, puede interesar asimismo los textos sobre economía conductual, economía experimental, teoría de juegos, microeconometría, y crecimiento económico.
Datos verificados por: Sam.
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Recursos
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Véase También
Desarrollo económico Economía Gestión empresarial Empresa Organización de empresas Teoría económica Teoría de la competencia
Bibliografía
Desarrollo económico, Economía, Gestión empresarial, Empresa, Organización de empresas, Teoría económica, Teoría de la competencia